Finalmente nuestras palabras han regado de hiel la tierra árida que pedía beber.
Tenía sed, envidiosa del manantial de versos que escribiamos con nuestras miradas, abrazos y caricias,... con nuestras canciones.
Necesitaba que le dieramos de beber aquellas nuestras gotas del rocio que un dia comenzaron a manar en algun rincon durante un mes de diciembre, y que humedecía nuestros labios en cada encuentro.
Pero no hemos podido darlo todo; y nos hemos guardado la dulzura del agua que nos daba vida, y hemos regado “aquello que aceptamos por verdad” con hiel, con la amargura intensa que provoca lo que irremediablemente ha de morir.
Ahora ya no oimos los ruegos, ni el crujido al resquebrajarse la sequedad; ya no sentimos el deber de dar lo que nos queremos quedar, lo que hemos creado solo nosotros, aquello que nadie nunca conocerá, porque hemos decidido guardarlo en un frasco de cristal, para poder, sólo nosotros dos, observar su transparencia, el movimiento etéreo de los recuerdos, dulces, encantados, su sonriente sonido, la calidez de sus burbujas, ...
Nos quedará siempre la posibilidad de tener mas suerte y vivir una nueva vida para poder probar de nuevo de este elixir.
Mientras tanto, quedará eternamente en nuestras almas.
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